La frase del día

La fotografía es realidad. El cine es realidad 24 veces por segundo

miércoles, 30 de marzo de 2011

Te visionamos con alegría

Ayer volví a ver "Bienvenido Mr Marshall". He de confesar con rubor que sólo la había visto una vez, hace mucho mucho tiempo cuando me la puso mi padre, y prácticamente ni la recordaba.
Ya hemos expuesto en este blog la teoría de los 5 minutos, tras los cuales y a no ser que la cosa se tuerza mucho ya sabes si estás ante una bazofia o ante una obra maestra. Al primer minuto de "Bienvenido Mr Marshall" sabes que vas a gozar de una gran película.
En realidad en el cine ya está todo inventado. Creemos que los diálogos rápidos e ingeniosos son cosa de Woody Allen o Scorsese, que el dinamismo en el montaje llegó de la mano de Tarantino y que lo absurdo, dantesco, chocante y por todo ello genial es cosa exclusiva de Fellini.

En menos de una hora y veinte (lo que también demuestra que no es necesario que una obra dure más de dos horas y media para que pueda ser maestra) Berlanga, que duda cabe que de la mano de Bardem (el bueno, el auténtico) y Miura, nos encandila de principio a fin con esta historia que no frena, con unos diálogos genuinamente españoles y por ello extraordinarios, con unas situaciones brillantes, con unas secuencias divertidísimas y cargadas de guiños, mensajes y simbolismos (mención aparte para los sueños del cura y sobre todo del Alcalde. Se podrían escribir muchas páginas sobre esta secuencia, pero lo mejor es verla) y con un montaje, insisto, adelantadísimo a su época y que hace imposible que esta cinta envejezca.


Cada minuto es mejor que el anterior, y uno no puede más que rebobinar para volver a escuchar esa frase, para ver de nuevo esa  cara de Isbert o para captar toda la gracia y la magia que tiene cada segundo de esta historia, o cuento al fin y al cabo narrado en la voz de Fernando Rey.
Para que hablar del final, si la hayamos visto o no todos lo conocemos. Redondo, perfecto para, después de tantas peripecias, sueños y esperanzas, acabar con una buena moraleja: Venga quien venga, soñemos lo que soñemos, existan o no los Reyes magos...la vida continúa, y eso es lo que importa.
Ojalá continuara también la de Berlanga. 

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-Japón, según su cine
-Sólo el cielo lo sabe

miércoles, 23 de marzo de 2011

Japón, según su cine

En estos tristes días en los que el mundo pone sus ojos en Japón todas nuestras conversaciones giran en torno al sorprendente, extraño, admirable modo de ser de su pueblo, cuya entereza está siendo ejemplar pero cuyo modus operandi y vivendi nos hace cuanto menos preguntarnos: ¿Por qué son así los japoneses?.
 Siempre ha sido el cine una buena manera de mostrar la historia, cultura y tradiciones de un país y son dos los directores japoneses los que mejor han reflejado la realidad de su gente. Yasujiro Ozu y Akira Kurosawa.

Yasujiro Ozu
 Yasujiro Ozu, para los auténticos entendidos el director más clásico de todos los tiempos, narra en “Cuentos de Tokio” (1953) la historia de dos ancianos que deciden viajar a la capital para visitar a sus hijos, demasiado ocupados para atenderles, demasiado absorbidos por la gran ciudad para darse cuenta de lo que verdaderamente importa en sus vidas.
Tokio sirve de escenario para tratar los temas favoritos de Yasujiro Ozu y que le convirtieron, según sus compatriotas, en el perfecto emisario de la realidad japonesa, no sólo por contar en imágenes las historias que caracterizaban a sus congéneres, sino también por su manera de filmarlas, tan acordes con la cultura popular del país.

A Ozu se le conoce como "el director más clásico" porque se dedicaba, simple y llanamente, a mostrar lo que había delante de la cámara, convirtiendo así la cinta casi en una obra teatral, más realista y por tanto más cercana. "Cuentos de Tokio" contiene ¡un sólo movimiento de cámara! y ya no hablamos de travellings, sino incluso de movimientos de eje. Pero además los planos están en su mayoría tomados por debajo de la altura de los ojos, como si el propio espectador fuera un invitado en esa casa y por tanto tuviera que estar de rodillas o sentado en el suelo como manda la tradición nipona.

Escenas muy sensibles pero nada sensibleras, respetando siempre los cánones de su cultura y con los que lograba la identificación de “su público” con lo que veía: Tradición, meticulosidad, clasicismo en las formas y trabajo bien hecho.

                                                                                                                                   Akira Kurosawa
 La historia en sí de "Cuentos de Tokio" habla de muchas cosas: el paso del tiempo, la incomunicación, la incapacidad de muchos para exteriorizar sus sentimientos. Aspectos que según sus artistas definen al pueblo japonés, pues también Akira Kurosawa, más comercial y accesible que Ozu para el gran público, los trata y analiza especialmente en "Vivir" (1952).
Protagonizada por su actor fetiche Takashi Shimura "Vivir" nos pone en la piel del señor Watanabe, un triste funcionario que, como buen japonés medio (y siempre según Kurosawa), sólo se ha dedicado a trabajar, a no ir más allá, a cumplir como ciudadano y a ponerse una coraza entre él y todo lo demás.

De nuevo la incomunicación, la rutina, la escrupulosa tradición. Y de nuevo el paso del tiempo, porque he aquí que Watanabe va a morir en pocos meses y acaba de averiguarlo, lo cuál le hace plantearse lo absurdo de todo lo que ha hecho: su trabajo, su día a día, su vida. Es entonces cuando decide saltarse todos esos convencionalismos que rigen su sociedad. "Como voy a morir, si ni siquiera he vivido" dice en cierto momento, antes de protagonizar la escena más famosas y hermosa de la película. Pretendiendo descubrir todo aquello que se ha perdido Watanabe pasa las noches de fiesta en fiesta, rodeado de bailes y canciones. Cuando le pide al pianista que toque "life is short" la canta con tanto sentimiento que hace enmudecer al bar entero. Sólo cuando va a morir parece entender el mensaje de la canción.

Quiero creer que esta escena le sirvió de referencia a Sofia Coppola a la hora de rodar la mejor secuencia de “lost in traslation”, (también ambientada en Tokio y cuyo acertado título pudiera referirse igualmente a la dificultad de comunicarse en la ciudad de la tecnología). Kurosawa y Coppola parecen decir lo mismo: No hay nada como una buena canción para expresar tus sentimientos.


                                     En Tokio, si quieres decir algo...cántalo



Cabe suponer que Ozu y Kurosawa sabrían lo que decían, analizaban y criticaban, que para eso eran japoneses. Desde la distancia no podemos más que apreciar mejor estas películas cuando observamos que tras un terremoto, un Tsunami y una hecatombe nuclear los japoneses no lloran ni se abrazan efusivamente. Se quejan lo justo, siguen trabajando y miran hacia adelante.

                                     
La última escena de "Cuento de Tokio", un honesto y escueto diálogo, resume a la perfección las dos horas y 20 minutos de su historia, pero bien podría valer para definir el sentimiento de pena y sobre todo frustrante resignación que sufre en estos días el pueblo de Japón. "La vida es triste". "Sí, la vida es triste"

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lunes, 14 de marzo de 2011

¿Pero qué es esto?

Destino Oculto 

La pregunta que da título a esta crítica y que es mencionada en cierto momento de la película, provocando la hilaridad de buena parte de la sala bien podría valer también como resumen general de toda la cinta. Estaba convencido de usar esta expresión como título y resumen de “Destino oculto”, cuando mi hermana, sentada en la butaca de al lado, me sugirió a modo de pregunta retórica otro buen resumen: “vaya truño, no?”.


"Destino oculto" es una de esas películas que demuestran la teoría de los 10 minutos, en los que uno sabe si le toca disfrutar o sufrir en la sala. La primera secuencia es tan ridícula e inverosímil que se carga todo lo que pueda venir después, y sólo llevamos 5. ¿Pero qué es esto? Pues eso.

Probablemente lo mejor de la cinta de George Nolfi sea la cuidada puesta en escena y sobre todo la idea, original del mítico Philip K. Dick y con ciertas reminiscencias a "Cielo sobre Berlín" o "Matrix", con la salvedad de que estas sí logran dar solvencia y por tanto credibilidad a un argumento inicialmente “increíble”.


David Norris (Matt Damon, vaya racha la suya) es un prometedor político que descubre (y acepta como si nada), de la manera más hilarante, que una serie de “ángeles” controlan el destino del mundo entero, ayudando al hombre a tomar el buen camino, lo quiera o no. Lo que Wenders convirtió en una poesía en imágenes Nolfi lo transforma en una combinación explosiva, porque se hace añicos, de drama romántico (tomando además lo peor de este género: chico fascinado ante chica repelentemente fascinante) y ciencia ficción, basándose en el tramposo y siempre irritante “todo vale” heredado de "Perdidos" para explicar ciertas cosas de manera rápida y evitando así la inquietante y cuanto menos justa pregunta del espectador: ¿pero qué es esto?. Los malos sacan lo peor de la saga de "James Bond", dedicándose a contarle sin rubor alguno sus maléficos planes al protagonista, que se vuelve cansino de tanto cambiar de parecer y desquicia con ello a unos ángeles que comentan sus cosas por los pasillos del curro, cual funcionarios, con vestuario de los 50 con objetivo de apariencia peligrosa...vaya usted a saber.

                                                          Demostración de lo engañoso que puede ser un Trailer


Las escenas de acción no inquietan lo más mínimo, y da la permanente sensación de que los propios actores no se creen lo que están haciendo y hasta se avergüenzan de sus diálogos, metidos todos con calzador para tratar de darle sentido a la trama.
Para colmo la historia regala una especie de moraleja final entre lo filosófico y religioso, como si con ello convirtieran en una cinta seria lo que durante dos horas ha ido derivando en algo simplemente absurdo y aburrido. ¿Pero qué es esto?
Desde que Perea saltó al campo en el césped del Santiago Bernabéu no había vuelto a escuchar aplausos sarcásticos por parte del público. Uno podría dedicar cientos de líneas a las interminables incongruencias, chorradas y sin sentidos de “destino oculto”, pero lo mejor que se puede hacer con este derroche de dinero y tiempo perdido es olvidarlo. Ni siquiera el título es acertado, porque el destino de esta película es precisamente lo más visible y claro de este trabajo.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Sólo el cielo lo sabe (1955)

Los años 50 vuelven a estar a la orden del día, al menos en cuanto al mundo de la moda se refiere, y es en buena medida gracias a "Mad Men", que no he tenido el gusto de ver mas que a ratos y que muestra de manera fiel la realidad americana de aquella década. Pues bien, menos mal que lo que está de moda de esa etapa es su vestuario y no su manera de hacer las cosas.


"Sólo el cielo lo sabe" se adelanta a historias como "Los puentes de Madison" o, en cierta medida, "Mujeres desesperadas", y lo hace desde la mejor posición posible. No es una cinta actual ambientada en un tiempo determinado, sino una película de 1955 que habla de la gente de 1955. Mejor punto de vista que el presente para hablar de algo, imposible.
Jane Wyman interpreta a una mujer viuda, burguesa, adinerada, elitista, cuyo campo de acción es el club vecinal, donde las conversaciones no van más allá de feroces debates sobre si comprarse o no un televisor y otras trivialidades. Douglas Sirk retrara con simplicidad y maestría un mundo donde no hay reglas escritas pero si bien conocidas por todos sus habitantes: La apariencia es lo que manda y el “que dirán” el enemigo más acérrimo de todo hijo de vecino (nunca mejor dicho) que combate ese temor con falsedad como escudo y chismorreo como arma. (Cualquiera que haya visto "Los Simpsons" con cierto ojo crítico sabrá de lo que estamos hablando).
Esta época (que ya ha pasado) y este círculo (que bien es sabido aún existe) es el que elige Wyman para enamorarse ni más ni menos que de su jardinero, mucho más joven que ella y a años luz de su nivel social, al menos en apariencia que es lo único que importa. Rock Hudson interpreta el papel de este joven simple que no simplón, libre de ataduras morales, que cautiva con su sinceridad y filosofía a la viuda, pero cuyo aspecto físico y escaso poder económico son ante los hijos y ¿amigos? de su amada su nada apropiada  carta de presentación.
Wyman se convierte entonces en heroína, como Streep en la obra de Eastwood, al lanzarse al vacío, rompiendo las ataduras que la ligan a un mundo falso y vacuo para descubrir su verdadera naturaleza emprendiendo así el auténtico camino hacia la auténtica felicidad, aunque para ello deba hacer tambalear la fingida, siempre fingida, felicidad de otros. Sus propios hijos acaban por no valorar lo más mínimo el sacrificio que su madre acaba haciendo por ellos, y es sin duda eso, la inconsciencia del dolor causado, lo que más duele y a la vez lo que mejor retrata a la gente que le rodea.


                                                                                        No hay nada más falso y peligroso.. que un vecino

Esta película que Scorsese califica como “la critica más dura sobre cierta vida americana” desborda imágenes cargadas de hermosos simbolismos. Una ventana que se abre, un biombo, un ciervo dejan de ser meros elementos de atrezzo para representar de manera inconsciente y sin pomposidad un futuro, una barrera infranqueable, un amor inocente, furtivo, salvaje. “prefiero mostrar las ideas de forma indirecta” decía Douglas Sirk; “dejarlo en manos de la imaginación del público, que no es tonto”. Al captar en efecto esos mensajes no escritos sino plasmados uno no puede más que congratularse a la vez que disfrutar aún más de la historia. sin necesidad de cargar los diálogos los primeros planos, los rostros en sombras o los movimientos o muecas de los personajes se bastan y sobran para hacer brotar del espectador un torrente de sentimientos con el que se siente más o menos identificado con los protagonistas pero a los que desde luego comprende y sobre cuyas vidas medita.                                         Solos frente a todo

"Sólo el cielo lo sabe" es una de esas películas “de las de antes” en las que se entremezclaban buenas historias que hablaban de nosotros con un trabajo técnico y artístico frutos del amor por lo que se hace. “El cine es realidad 24 veces por segundo” dijo Goddard. "Sólo el cielo sabe", por eso, es cine.

sábado, 5 de marzo de 2011

Un camaleón demasiado chillón

Rango **

Todo buen guionista o el que aspira a tal conoce de sobra “el viaje del escritor”, libro de Christopher Vogler basado a su vez en el “viaje del héroe” de Joseph Campbell que viene a explicar y demostrar que, desde los tiempos de la mitología griega, todos las historias siguen un mismo patrón, con una serie de elementos que se repiten en todas ellas. A grandes rasgos viene a decir que cualquier historia que se haya contado parte de “un hombre en su mundo ordinario” que “recibe la llamada a la aventura” que le llevará a un mundo “extraordinario” al que se adentrará de la mano de “un mentor”. Allí conocerá y hará “amigos, aliados y enemigos” y se adentrará en “la gran caverna”. Sufrirá una “odisea” conseguirá “resucitar” y logrará “el elixir” gracias a lo cuál se convertirá en “héroe”. (otros ejemplos)

"Rango" homenajea con descaro este concepto base del mundo del guión al plasmar paso por paso todos estos puntos en su historia. Rango (Johnny Depp, no sólo por el doblaje) es un camaleón ordinario que, sin quererlo ni beberlo se ve lanzado (literalmente) a un mundo extraordinario, donde conocerá un mentor que le explicará los pasos a seguir...y así.
El telón de fondo sobre el que gira esta trama es el lejano oeste, y si bien hay muchas opciones a la hora de rodar con este genero Gore Verbinsky escoge con acierto el Spaguetti, con una música al más puro estilo Morricone, (rayando incluso en el plagio a la armónica de Charles Bronson) y una serie de planos, momentos y ambientes absolutamente “Leonianos”: tensos, llamativos, diferentes.


                                                                                 Rango, héroe por accidente

Esto y las logradas caracterizaciones de los personajes son sin duda lo mejor de la película. Cada bicho del desierto tiene su rol bien definido: La serpiente es rápida peligrosa, la tortuga es vieja y sabia y el camaleón, aunque no es capaz de camuflarse, posee sin saberlo un arcoiris de aptitudes que fascinan a sus vecinos y le hacen dar la nota (que es precisamente lo que él quiere).
Pero a "Rango" le sale el tiro por la culata. Y es que adolece, como la inmensa mayoría de las películas de animación que no llevan la firma PIXAR, de una obsesión enfermiza por el buenrrollismo, el cachondeo exagerado, la gracieta cool. Hay una finísima y peligrosa línea que separa lo gracioso de lo “graciosillo”, y sólo PIXAR parece capaz de verla y respetarla, mientras que cintas como "Shrek" y toda su saga y otras cuantas de Disney o DreamWorks parecen empeñadas en cruzarla sin pudor y con inconsciente orgullo. "Rango" se olvida por completo de la historia que se vuelve del todo deslavazada, incoherente y finalmente casi ridícula, (algo preocupantemente inherente a la obra de Verbinsky) obcecándose en otras cosas como en los excesivos momentos delirantes y los innumerables homenajes a un sinfín de películas (“Apocalypse Now”, “hasta que llegó su hora” y varios western más) como si eso importara o pudiera ser apreciado por el público más joven, al que por cierto deja de lado con varios gags no aptos ni entendibles para sus edades. La propia historia no sabe ni como ni cuando acabar, y esto hace que la duración del metraje se haga larga.
rango es como yo: atractivo..pero olvidable
En verdad una auténtica lástima, pues es una idea bien atractiva la de un camaleón de Sheriff en un viejo oeste lleno de verdaderos animales. Eso es lo que empujará a miles de personas a las salas de cine, pero Rango tendrá que conformarse con mirar desde lejos, y con esos ojos que le hacen tan llamativo en los carteles publicitarios, las innumerables obras maestras de los auténticos héroes: los chicos de Pixar                                           
                                                  

jueves, 3 de marzo de 2011

El "toque Lubitsch", según Wilder

Todos tenemos un espejo en el que mirarnos para triunfar en el mundo laboral. Incluso el mismísimo Billy Wilder, que bien es sabido tenía sobre aquella mesa donde escribió varias de las mejores historias del cine de Hollywood un marco en el que se leía: “¿Cómo lo haría Lubitsch?”. La admiración de Wilder por su maestro siempre fue absoluta y nunca fingida, y es por ello que siempre buscó “el toque Lubitsch” en cada una de sus obras, especialmente en las comedias. Wilder nunca hizo “Ser o no ser”, (como Spielberg no hizo “Regreso al futuro”) pero otras muchas de sus películas demuestran que, en efecto, tenía bien aprendido el toque Lubitsch y sabía como y donde usarlo.



  
Ese toque consistía básicamente, y según palabras del propio Wilder en “la super gracia contada de manera elegante, y la última y totalmente inesperada vuelta de tuerca”.
  Cuenta el director a Cameron Crowe en “Conversaciones con Billy Wilder” que una de las escenas de las que orgulloso se siente y en la quedó bien expuesto el toque Lubitsch es la mítica secuencia de Curtis y Monroe en el yate en “Con faldas y a loco”.
  Aquella escena estaba del todo prevista, era evidente y fundamental. Tony Curtis, después de engañar a Sugar Kane haciéndose pasar por el dueño de la Shell, se la lleva a un yate que ni siquiera es suyo y “se la tira” (palabras textuales de Wilder). Era gracioso, se podía sacar mucho jugo y era, sin duda, lo que el público quería y sobretodo esperaba. Y eso era precisamente lo que no convencía a Wilder; que el público se lo esperara.

Mientras planeaba estaba secuencia con Diamond y el resto del equipo, alguien un tanto cansado de darle tantas vueltas al asunto espetó: “¿pero que hay mejor que engañar a Marilyn Monroe para tirarsela?”. La reunión quedó ahí, y Wilder se fue a su casa con esa pregunta bombardeando su cabeza, pues en verdad la respuesta es bien complicada si es que acaso existe.
A mitad de la noche Wilder se levantó sobresaltado. ¡Tenía la respuesta! ¿Qué hay mejor que engañar a Marilyn Monroe para tirarsela?. ¡Engañar a Marilyn Monroe para que ella se te tire a ti! ¡Eso sí que sería impagable!. Conseguir que Monroe te convenza, y no al revés.
Ese era el toque Lubitsch. Y eso es lo que perseguía Wilder. Joe le asegura a Sugar que no hay nada que nadie pueda hacer para que él sienta pasión, y ella lucha desesperadamente por demostrar lo contrario. “La pierna de Curtis es la clave, lo es todo en esta escena. Si esa pierna no sube no habría engaño, ni gracia, ni nada. Estoy muy orgulloso de esa escena” dijo Wilder. Seguro que Lubitsch también lo estaría


miércoles, 2 de marzo de 2011

Metrópolis



Estamos en un futuro no muy lejano. Las ciudades se han convertido en grandes y luminosos edificios que rascan el cielo, a través de los cuales pasan autopistas y vehículos voladores de todo tipo. Todo es ultra moderno, fantástico, colosal...pero el hombre parece de todo menos feliz, y la pesadumbre y desidia mandan en su ánimo. Blade Runner? El quinto elemento? Batman? No, Metrópolis, 1926.


  En esta ciudad vive alguien que tiene todo el aspecto de ser una persona corriente, un ser humano como los demás, que siente, padece y sueña como el resto....pero en realidad es una maquina, un robot. Y hay que eliminarlo. Blade Runner? No, Metrópolis, 1926
  Unos quieren eliminarlo, sí, pero otros ven en él a un elegido, a un liberador. Tiene aspecto humano pero es un arma muy poderosa. Tumbada en una especie de tubo de cristal dejará de tener aspecto robótico o extraterrestre para convertirse en una bellísima mujer...¿el quinto elemento?. Metrópolis, 1926
  Esa conversión vendrá de la mano de un científico loco, que gracias a su brillante cerebro y a su laboratorio secreto conseguirá convertir a la maquina en algo humano. Rayos de todo tipo inundan la estancia, y van de la cabeza del robot a la cabeza de la chica, uniendo las cualidades de ambos seres...¿Frankenstein? Metrópolis.
  
Este robot, que gracias a la transformación ya hemos dicho que habla y siente como cualquier humano, era de color dorado. Parece más bien de ojalata, con la cabeza apepinada, los ojos un tanto achinados...C3PO?? Star Wars? Que no, Metrópolis
  Aunque muy pocos lo sepan, en realidad existen dos mundos. Uno real y uno ficticio. Ninguno de los habitantes del mundo ficticio sabe que existe el real, pero unos pocos del mundo real sí saben que existe el ficticio, y luchan por cambiar las cosas. Matrix? o Metrópolis?
  En el mundo real, el mundo subterraneo, los hombres están dominados por las máquinas. Ellas llevan el rumbo de sus vidas, y les tienen esclavizados. Los hombres sobreviven como pueden a ese yugo de las máquinas, esperando la llegada de un salvador, de un mesías, que les enseñe el camino a seguir para poder liberarse de esas garras artificiales...y sigo sin hablar de Matrix. Metrópolis, 1926.
  En la secuencia final, el bueno y el malo corren por los tejados, bajo la atenta mirada de un encolerizado pueblo que espera abajo con antorchas encendidas. Esto me suena un poco a Blade Runner y un poco a... la bella y la bestia!, pero sigue siendo Metrópolis, de 1926.
Moraleja: Si te mola la ciencia ficción...no te pierdas Metrópolis!