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martes, 21 de junio de 2011

Micmacs, crítica

Micmacs ***

Sin tratar de ponerle a su altura, Jean-Pierre Jeunet es, como Woody Allen o Federico Fellini, uno de esos realizadores que ha conseguido crear su propio universo en la pantalla. Películas que, con sólo dos tomas, delatan de inmediato al director que hay tras ellas. Habría que colocar al margen su incursión en la ciencia ficción de la mano de “Alien Resurrection”, pero el resto de sus obras saltan inmediatamente a la vista como “una de Jeunet”.

 Este particular francés logró un merecido respaldo de crítica con la inclasificable “Delicatessen”, pero el aplauso del público y la fama mundial no le llegó hasta "Amelie", piedra angular de su carrera y espejo sobre el que se han mirado el resto de sus obras.

No es para menos, pues independientemente de la aversión o devoción que sienta cada cuál con el mítico personaje interpretado por Audrey Tautou lo que es innegable es que Jeunet marcó con ella un antes y un después en el mundo audiovisual, como también hiciera, por ejemplo, "Matrix".

Que sí. Y para ejemplo, una anécdota muy significativa que tuvo lugar en la misma sala de cine donde uno hablaba con su acompañante de la susodicha película cuando, de repente, comenzó la proyección de anuncios previos. Aquarious apostaba por la libertad de sus consumidores de elegir libremente el nombre que quisieran y uno comprobaba con orgullo y satisfacción, como el Rey, que su teoría se hacía carne ahí mismo. Pues lo cierto es que el montaje, el ritmo, la narración y el estilo en sí de aquel anuncio eran puramente “amelinianos”. Como tantos otros spots, promos, cortos y películas que beben directamente de ese modo tan peculiar de contar las cosas que se inventó Jeunet y nos descubrió Amelie.

                        Anuncio previo a la película. Puramente "Ameliniano"


Hecha esta defensa al director y su película, toca hablar de "MicMacs", que con un gran arranque, sin diálogos y en 3 minutos nos explica la infancia, el mal fario y la actual situación de un hombre (Dany Boon) que emprende una alocada aventura contra dos grandes compañías armamentísticas que le arruinaron la vida. (argumento este muy pero que muy parecido a “el caso Slevin”). Para ello contará con la inestimable ayuda de una pandilla de rateros (no se puede definir de otra manera) cada cuál más genuino, característico, estrafalario. Jeunet, ya saben. Y si no lo saben piensen en "Delicatessen" y fusiónenlo con "Amelie", añadiéndole luego las gotas antibélicas de “Largo Domingo de noviazgo” y tendrán ante sí los personajes, el estilo y el mensaje de “MicMacs”. Porque en verdad estamos ante un popurrí de estas sus obras anteriores, con el añadido de que Boon no encandila como Tautou ni sus secundarios fascinan como lo hicieran los repugnantes vecinos de su ópera prima.

"Amelie va a cambiar tu vida" 
Era un mensaje para Jeunet
Los detractores de Jeunet basan su odio en la obsesión de este por hacer de sus cintas lo más entrañable que uno haya visto jamás. “Amelie” rozaba en ocasiones esa pedantería que se potencia aún más cuando se narra en francés, pero se libraba por los pelos gracias a su gran argumento y a su, insistimos, innovador estilo.
Decía Wilder (siempre acabo en él, por qué será) que cuando buscas la sensibilidad lo que te sale es sensiblería barata, y es ese el error en el que cae "MicMacs", que no se entera de que demasiado azúcar estropea hasta una lengua de regalíz y que presenta unos personajes que a fuerza de ser tan encantadores terminan por resultar un pelín cargantes. (En especial el personaje interpretado por Julie Ferrier, más cansino que...que Willy Toledo, por ejemplo).





Con todo, este importante “pero” lo solventa con una divertida y diferente historia y gracias a ese estilo del que hablamos, logrado a base de imágenes surrealistas, oníricas, como pertenecientes al fantástico mundo que está presente en el cotidiano pero que no se ve a menos que te detengas. Y los primerísimos planos que caricaturizan los rostros, las exageradas caracterizaciones, los filtros de color y las chocantes y hermosas escenas de transición que convierten la película en puro entretenimiento visual, lo que se traduce en un rato agradable y un par de buenas carcajadas. Al fin y al cabo, es de lo que se trata hoy por hoy en este arte. Y no todos los días vas a parir Amelié.

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