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lunes, 19 de septiembre de 2011

La vida es así..(?)

EL ÁRBOL DE LA VIDA ***

Dejaba claro Francis Ford Coppola en el fantástico documental “Hearts of Darkness” que existe una finísima línea que separa la obra maestra de la pretenciosa, con el consiguiente abismo que separa a ambas. Esa delgada línea roja –chiste fácil- es por la que camina Terrence Malick a lo largo de las dos horas y veinte del crecimiento del árbol de la vida, causando por ello las reacciones tan adversas que se están leyendo aquí y allá.

Primeramente uno tiene que saber a lo que va. No basta con ver a Brad Pitt en los posters de la cartelera para entrar a ver una película del mismísimo Terrence Malick, del que ya hemos hablado en este blog, y desde luego no apto para forradoras de carpetas ni fanáticos de “Snatch”.
Asumido el riesgo de visionar una obra del genuino director, “El árbol de la vida” ha de entenderse a mi juicio más que como “la gran historia de la vida” como un rezo, una conversación con Dios, vaya -tanto por parte del director como de su alter ego el protagonista- en el que se manifiestan los procesos del crecimiento de un niño cualquiera –podría ser Malick como uno mismo-: La inocencia de los primeros años, la
maldad inexplicable y consiguiente sentimiento de culpa, el deseo carnal, la rebeldía y hasta el terrible descubrimiento de que su padre no es mas que un hombre cualquiera, un Don nadie, uno más. Y con todo ello, el aprendizaje.

Con esa virtud que tiene de no necesitar explicar las cosas, Malick retrata a la perfección a un padre (Pitt) incapaz, por adulto, de ver algo tan elemental como que hay cosas que un niño no puede entender o apreciar: la música clásica, la constante disciplina o las charlas filosóficas sobre la dureza de la vida cuando lo único que su hijo quiere es escuchar la radio del coche. Pitt convierte su innegable amor en exigencia, ganándose con ello el dual sentimiento de estos de amor-odio hacia él. Y todo esto de manera tan certera que uno no puede más que aplaudir.

La vida y sus pequeñas cosas.. 
“El árbol de la vida” es también un canto a esta misma, glorificándola desde los aspectos más insignificantes –una gota de lluvia, una brizna de hierba- hasta los más grande choques estelares que quedan justificados en el argumento como el comienzo de todo y que nos regalan algunas imágenes sobrecogedoras que se agradece no sean propiedad exclusiva de los documentales y que cautivan más, si uno hace un pequeño esfuerzo, que la bestial explosión de un transformer.


El problema está, en efecto, en la pretenciosidad. Porque para ser la historia de una vida, o de la vida en general, se echa en falta un punto de vista más terrenal, aun a riesgo de perder con ello la tan aplaudida poética de Malick. Y es que en la vida real las personas no caminan como si flotaran, no hablan susurrando ni en voz en off ni tienen en sus rostros ese aura de paz interior, características de todos los personajes de su filmografía que no obstante se han ido acentuando progresivamente hasta llegar a lo cansino.

Lamentablemente la pretenciosidad no queda ahí, haciéndose sobre todo patente en el último tramo de la cinta donde encontramos las similitudes con “2001” de las que tanto presume y que a juicio de un servidor se traducen en no saber como acabar, marcándose para ello un "pajote mental" muy alejado de las películas al uso que pretende ser algo parecido a un renacimiento o un paso hacia "algo más" de un Sean Penn tan flipado como innecesario en la obra. Y entonces uno puede llegar a entender (aunque desde luego no comparte) los abandonos de la sala, los ronquidos y las furibundas críticas como las de mi amigo Angel Arija, que de manera escueta y directa opinaba esto de Malick en su muro de Facebook
                               
                      Contundente Crítica del gran Angel Arija 

 Estaba Coppola en lo cierto, y  en este caso Malick camina sobre ese alambre tropezando a un lado y otro. Leí en un buen libro de cine que una de sus funciones era la de “agitar al espectador”. “El árbol de la vida” sin duda cumple el cometido, aunque a unos ese zarandeo les haga volar y a otros..vomitar. Al fin y al cabo para gustos los colores. Porque el cine es como la vida: así.

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