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martes, 24 de mayo de 2011

Días de cielo para Terrence Malick

A la espera de que llegue a España la película ganadora de la Palma de oro en Cannes, "El árbol de la vida", de Terrence Malick, toca recordar y visionar la corta e intensa carrera de este peculiar personaje. Un auténtico artista que no se deja ver (no recogió el galardón por el que hubiera matado Almodóvar o un Lars Von Trier que volvió a cagarla, esta vez en forma de comentario y no de película) ni oir ni influenciar por todos aquellos que le veneran y que desean que se prodigue más en esto de hacer películas.

Una de las poquísimas imágenes de Malick

Lo cierto es que sí lo ha hecho, porque en los últimos 13 años ha realizado 4 películas, (la última aún por estrenar y protagonizada por un Bardem que sigue añadiendo grandes nombres a su lista de directores) lo cuál parece irrisorio al hablar de esta industria en estos tiempos. Pero teniendo en cuenta que desde 1970 hasta 1998 sólo filmó dos películas, “Malas Tierras” (debut de Martin Sheen) y “Días del cielo” por las que tocó el idem y se convirtió en leyenda para después desaparecer durante 20 años, podemos entonces decir que ciertamente Malick “se ha soltado el pelo”.              
                                                                               
Para que te guste este peculiar director americano, creo yo, hay que tener una sensibilidad especial. Sus cintas, que hay que ver obligatoriamente en pantalla de cine, son como poesías en imágenes que fluyen a su aire más allá de las normas que marque un simple argumento. La voz en off imprime en todas ellas un toque espiritual y nostálgico al que acompaña una fotografía siempre de ensueño, y la trama no parece rodear a los personajes sino que son estos, siempre pensativos cual bohemio fumado los que la sufren en su interior. Por dejarlo claro, sólo conozco una persona que venere a Terrence Malick...y es estudiante de Bellas Artes.                                   

Estos son a grandes rasgos los elementos que hacen que a Malick se le odie o se le ame, y uno no tiene reparos en reconocer que se encontraba en el grupo de los primeros, después de ver a una edad inapropiada “La delgada línea roja” y de soportar durante más de dos horas a Colin Farrell en “El nuevo mundo” que por muy bonito que fuera estaba habitado por este insufrible irlandés.


                                                                                           "El nuevo mundo" sin Farrell mejor
“Días del cielo” (1978) es, a la espera de ver sus nuevas obras, el termino medio perfecto de las películas de Malick. Sin desviarse un ápice de sus elementos diferenciadores (Épica, misticismo, amor por la naturaleza, voz en off, imagen sobre diálogo) “Días del cielo” no aburre porque cautiva. Y cautiva gracias a una de las más impactantes fotografías que un servidor ha visto. Richard Gere y la historia en sí de unos jornaleros proscritos en los campos de Texas no dejan de ser convidados de piedra de una serie de bellísima imágenes que no consistieron simplemente en poner la cámara frente a unas hermosas vistas. Según parece, Malick exigió que fueran rodadas justo después de caer el sol, por lo que tan sólo gozaban de 20 minutos para rodar antes de que se hiciera de noche, con el consecuente trabajo y estrés que eso suponía. Rodaron con el objetivo más plano usado hasta entonces para captar toda la luz del fuego en la oscuridad, e inventaron un sistema que marcaría un antes y un después en la historia del cine, por el cual la cámara pudiera moverse al ritmo lánguido y suave de sus protagonistas: la Steadycam.

              Naturaleza, tormento humano, poesía en imágenes. El cine de Malick

Todo el ingenio de varias cabezas pensantes al servicio de una fotografía (de un Nestor Almedros que ganó el Oscar) que casi deja en segundo plano la hermosa música de Ennio Morricone y que alcanza su mayor logro en la secuencia de la plaga. Ante la imposibilidad de lograr realmente captar el vuelo alocado de miles de langostas y en tiempos en los que los trucos digitales no eran más que ciencia ficción, miles de cáscaras de cacahuetes fueron lanzados desde un helicóptero simulando ser los temidos insectos. Después no quedaba más que pasar la cinta marcha atrás, para que esos cacahuetes, o langostas, subieran en vez de bajar.


                           Minuto 2:35. La imagen va hacia atrás...y las "langostas" suben

Dijo Robert De Niro que “El árbol de la vida” es una película enorme. En verdad todos los proyectos del director invisible lo son. Mejores o peores, fascinantes para unos y soporíferos para otros. Pero es innegable que si el cine es como se dice “imagen en movimiento”, Malick y “Días del cielo” son CINE, así, con mayúsculas.

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