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martes, 15 de febrero de 2011

The Fighter, todo un directo ****

Las películas sobre hermanos siempre me han tocado la fibra sensible. Desde El Padrino hasta La mejor Juventud, pasando por Rumble fish o La ley del silencio entre otras muchas, este tipo de historias desprende algo especial, muy probablemente la empatía, para aquellos espectadores que no somos hijos únicos. Lo mismo sucede, con el público en general, con las películas basadas en "hechos reales". Nos son más cercanas, más creíbles...más reales, en fin. The fighter es la combinación explosiva, explosiva como un puñetazo, de estas dos clases de cintas. No es necesario ser boxeador para sufrir con la favorita a los Oscars un buen directo de empatía.

The figther, de un David O. Russell que fue elegido por los productores como segundo plato, arranca con la grabación de un documental sobre Dicky, el mayor de los hermanos Ward cuyo drama tampoco conviene destripar. Todo un acierto este arranque porque, si bien la película no es un documental está rodada en buena medida como si lo fuera. Con un montaje muy clásico, al más puro estilo Eastwood, cortes directos y casi sin necesidad alguna de una banda sonora que ayude a emocionar. La historia de por sí es tan humana y tan real que ciertos recursos narrativos con los que se aderazan tantas historias sosas simplemente sobran. Me viene a la mente la escena de la obra del boxeo por excelencia, Toro Salvaje, en la que La Motta asegura que "dejar mucho tiempo un filete en la sartén es desperdiciarlo". The Fighter es un plato crudo, y así hay que comerselo.  


  

Es conveniente saber antes de entrar a la sala que la película está protagonizada por Mark Walberg y Christian Bale, porque de no saberlo uno no se dará cuenta durante la proyección. El ejercicio camaleónico de ambos es de lo mejor que se ha visto en mucho tiempo. Para Bale es más fácil llevarse los elogios y de manera muy merecida, porque su personaje es más peculiar, pero uno no puede dejar de recordar que esos movimientos de Walberg frente al puchinball y en el ring son enteramente suyos. Añadámosle a Amy Adams y Melisa Leo en los mejores papeles de su carrera y tendremos otro buen logro para creer que estamos ante un documental, pues simplemente nos olvidamos de que estas 4 personas están actuando.


Existe la posibilidad de reticencia en el espectador al tratarse del tan manido y trallado mundo del boxeo, pero lo cierto es que el "toque documental" también se sube al ring en buena medida gracias a la filmación (no se si real, pero sí aparente) con cámaras de televisión, lo que eleva aún más la verosimilitud en su recta final de una película que bien podría haber obviado los puñetazos y seguiría siendo sobresaliente, pues el boxeo y el combate en sí no son más que el Mac Guffin que tanto pregonaba Hitchcock sobre el que gira la vida de dos hermanos que se necesitan muy a su pesar. Que aprenden, como buenos boxeadores, a dar y a recibir para salir victoriosos y que no aceptan el k.o, levantándose una, y otra, y otra vez.

El discurso final, sobre el ring, de Dicky sobre Micky encoge el corazón a cualquiera que tenga hermano. Son 10 segundos de puro sentimiento contenido que explota hecho voz. No hay banda sonora, no hay cámara lenta ni primerísimos planos. Sólo una historia real, dos hermanos frente a frente y dos actores con mayúsculas, y con eso el buen cine se basta y se sobra para noquear a cualquiera.

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