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domingo, 27 de febrero de 2011

Espejito mágico, ¿quién es la más perfecta?

Cisne negro ****

¿Estamos contentos con lo que dice el espejo de nosotros? La respuesta de la mayoría sería "no del todo". La de los perfeccionistas "no, en absoluto". Podemos tener una imagen en nuestra cabeza de nuestra perfección, o a través de una foto que salió redonda o de un cuadro de un artista generoso, que hasta que el espejo no quiera no seremos perfectos. Tal vez para ello lo mejor sea ver en el espejo lo que queremos ver, como suplicaba la madre de Blancanieves. Pero entonces probablemente será porque hayamos perdido la cabeza..

Cisne negro recuerda en muchos momentos a Eva al desnudo, la obra maestra de Mankievich, cuya escena final mostraba a Anne Baxter frente a los espejos, por fin contenta con lo que veía, por fin perfecta, aunque para ello hubiera tenido que transformarse por completo, creando odio a su alrededor y haciendo daño a las personas.
Pues bien, de eso va sin duda la película de Darren Aronofsky. La búsqueda incesante y salvaje de la perfección, adornada en este caso con el ya de por si durísimo y ultracompetitivo mundo del ballet. Elección muy acertada pues la propia historia del lago de los cisnes mucho tiene que ver con la que viven algunos de sus intérpretes en la película, aunque bien podría haber sido ambientada en otros muchos círculos laborales como el del patinaje artístico cuyas recientes y casi increíbles historias negras todos conocemos. ¿Quien no ha tenido en el trabajo al compañero voraz, capaz de cualquier cosa por el halago del jefe, obsesionado con subir peldaños y metiendo para ello los codazos que hicieran falta a sus propios colegas de curro?.

 Natalie Portman interpreta a Nina, un personaje que todos hemos conocido alguna vez. La chica repelentemente perfecta, con la respuesta borde y cortante por bandera, exquisita, amargada, que no se fía ni de su sombra y terriblemente obsesionada con ser "aún" mejor. Y que tire la primera piedra el que de esa compañera no haya hecho al menos en un ocasión el siguiente, machista o no, comentario: "A esta lo que le pasa es que está mal follá"  o bien  "esta lo que necesita es un buen..". Vicent Cassel, el recio y estricto instructor de las bailarinas (que muy probablemente se haya inspirado en Aronofsky para interpretar su papel) le recomienda precisamente eso: "libérate. La perfección no es hacerlo todo bien. Hay que sentir y disfrutar lo que se hace". Estas ventajistas instrucciones nos llevan a un par de excepcionalmente necesarias escenas eróticas con Portman como protagonista que a buen seguro darán que hablar durante años en el mundo del cine, los foros, los vídeos cachondos y las conversaciones de bar cervezón en mano en general.


Y son esas liberaciones sexuales y también morales las que transforman a Nina y le hacen ver por fin al otro lado del espejo a su otro yo, al cisne negro. Para ello ha tenido que romper el espejo en el que se miraba (su propia madre) deshacerse de su virginal y dulce apariencia e incluso perder del todo la cabeza, todo ello magníficamente retratado con los delirantes y caóticos movimientos de cámara de Aronofsky, que nos transporta de manera brillante y sobre todo creíble al universo de pesadilla en el que habita nuestra pobre protagonista, por la que empezamos sintiendo algo de tirria para acabar compadeciéndonos de ella. Uno no puede más que pensar en lo difícil que debe ser representar esos dos papeles en una misma cinta, y ambos de manera tan sobresaliente. Es como si la propia Natalie Portman se hubiera "liberado" también y gracias a los estrictos y opresivos consejos de su director (que la llamaba por teléfono cada noche para decirle "hoy tu compañera ha estado mejor") hubiera enterrado a la eterna Lolita que siempre vimos en su cara de "beautiful girl" para dar un paso al frente hacia su definitiva madurez artística.
                                                                                 Natalie Portman, la eterna Lolita

  Cisne negro destila trabajo y sacrificio por todos sus poros (nunca mejor dicho), tanto dentro de la trama como fuera de ella, tras las cámaras. La obsesión de Aronofsky por la perfección en aquello que se hace le ha llevado a hacer un fiel retrato del mundo de la competitividad (tanto con otros como sobre todo con uno mismo) y ello ha dado como resultado una película intensa, inquietante, atrayente y agotadora en el sentido más físico de la palabra.
  Anne Baxter se miraba en los espejos y no veía ni un pequeño asomo de lo que había sido anteriormente. Tampoco Nina se reconoce en su reflejo al final de la odisea. Ambas "matan" (literalmente incluso) a su otro yo y ambas parecen estar orgullosas y satisfechas con ello, aunque les haya costado todo lo que de verdad merece la pena tener. Supongo que en eso consiste la perfección: en estar lejos, muy lejos, de los que te rodean. De ser así, esta película es de las perfectas.

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