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domingo, 27 de febrero de 2011

Más allá de ser Clint Eastwood

Más allá de la vida **

Salgo del cine con cierta sensación de pena. Es tal la adoración que, desde aquel día que ví “Sin Perdón” siento por Clint Eastwood, que espero cada estreno de este mito viviente con auténtico fervor.
Estamos ante uno de los directores más importantes de la historia del cine, un hombre que, como dicen muchos críticos, podría sentarse con John Ford y Howard Hawks a tener una distendida charla de cine. Pero al Cesar lo que es del Cesar: Más allá de la vida no irá más allá de unas semanas de proyección en los principales cines de cada ciudad. No obtendrá premios, no dará que hablar y no formará parte de “lo mejor del mejor”.
Más allá de la vida arranca con una sorprendente secuencia que rememora los fatales acontecimientos del 21 de Diciembre de 2004 en Sumatra, cuando un Tsunami se llevó por delante todo lo que encontró a su paso, cientos de miles de vidas incluídas. A medida que avanza la cinta descubrimos que esta escena bien podría haber sido suprimida y la historia sería la misma. No ha sido más que un impactante trabajo digital que incluir en el trailer para empujar al espectador a las salas. Y eso desde luego es indigno de Clint Eastwood, que no necesita de trucos de ese tipo para “arrastrarte” (nunca mejor dicho) a ver su última obra.

Este Tsunami es no obstante el punto de partida de la cuestión principal del film: la muerte, el más allá, la luz al final del túnel...y lo muy abandonados y solos que se sienten los que han experimentado de cerca estos hechos.
Eastwood trabaja con tres historias que sólo se entrecruzarán al final, lo cual hace que no te llegues a interesar ni a involucrar con ninguna de ellas pues, a pesar de lo largo del metraje (y este es otro de sus puntos débiles) no hay tiempo material para llegar a identificarte con ninguno de los protagonistas, lentos todos, que para colmo pierden el tiempo del que disponen con escenas vacías, inútiles, que no aportan nada y que en ocasiones rozan el ridículo (mención especial al ligoteo entre Mat Damon y su pedorra pretendiente). 

Supuestamente y gracias a haberse conocido dejarán de sentirse solos, aprenderán que no son los únicos y mirarán hacia adelante con optimismo, pero hay que escarbar mucho para poder sacar dicha conclusión que para colmo no se plasma (pues no hay tiempo, claro), y más aún para salir de la sala satisfecho con ella.

Demasiados bandazos para una conclusión tan pobre. Demasiadas historias para una sola idea, y demasiados minutos para una película que lleva la firma técnica inconfundible de su gran director, (sobrio y pausado como siempre y con planos estáticos y sombríos, reflejo del estado de sus protagonistas) pero que no entretiene, no emociona y no inquieta tu mente. Durante buena parte de la historia estás esperando el momento de arranque, el giro dramático, el salto al vacío del protagonista...nada de esto sucede. La película se desliza lenta y predeciblemente hacia el final, hacia su muerte. La luz blanca al final del túnel resulta ser las luces de la sala que al encenderse te dicen: “ya está, esto ha sido todo”. Y uno sale a la calle con una terrible idea que le da vueltas en la cabeza, y que nada tiene ver con fantasmas bonachones: ¿habrá caído Clint, como Scorsese, Allen o Spielberg, en las garras del chocheo?”. Esa sí que es una pregunta inquietante y aterradora.

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