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domingo, 27 de febrero de 2011

Seamos "Francos", y no "Boyles"

127 horas ** 







Me dispuse a ver "127 horas" con los ojos de mi padre. Hace ya ni se sabe cuanto que no sale satisfecho de una sala de cine, pues no hay manera de que se crea lo que le cuentan. "¡demasiado artificiales, demasiado falsas!". Tal vez, pensaba yo, 127 horas sería de su agrado. Él mismo decidió perderse en su día en el Oeste americano, y es, como todo el que allí ha estado, un fiel admirador de los Canyon Lands. Todo estaba a favor, "esta peli le gustará". Al salir pensaba todo lo contrario.
Aaron es un tipo libre. Pasa de ataduras. Coge un coche y se aleja de la gente, del ruido, de las multitudes y de la vida del día a día para gozar de la soledad en Canyon Lands. Es sin duda un gran arranque, que nos pone en situación, presenta al personaje y encarrila la historia. Todo en cinco minutos muy activos y entretenidos.
Pero Aaron tropieza, se le viene encima una roca y con ella muchas cosas más. El chico libre está atrapado, el chico desatado está atado. Aquí debería acabarse el buen rollo. Pero no. Y ese es su gran error.


Es innegable que 127 horas es una película entretenida. Sentado en su butaca del cine uno rechina los dientes, aprieta los puños, presta atención, se tapa los ojos...toda esa clase de emociones por las que se supone que ha pagado más de 6 euros (más de 7 incluso en algunas salas). La interpretación de James Franco es en efecto muy buena, y su personaje hace que valoremos un poquito más cosas que damos por sentadas como el sol o el agua, naderías en el día a día.


Pero, con todo, esta película peca de pretenciosa. Danny Boyle y su modus operandi, que en un principio tenían que ser la principal baza de esta cinta, se convierten para mí en su punto flaco. Y es que ese montaje tan dinámico, con tres o más imágenes en el mismo corte, con secuencias videocliperas, modernas, musicales, tan de la Mtv....están en efecto muy bien para mostrar el mundo de la droga en los suburbios británicos e incluso, si se hace con cuidado, el muerto y a la vez lleno de vida universo del Slum indio. Pero tratar de convertir una historia de supervivencia en mitad de la nada en un show de realización digital y en una demostración de genialidad y originalidad cinematográficas...me hacen recordar que no estoy atrapado en esa grieta con Aaron, sino viendo el montaje de una gran producción americana. Y entonces busco culpables..
Como Scorsese desde hace un buen tiempo, Danny Boyle parece estar obsesionado con que quede bien claro que él está detrás de la cámara, y eso no hace más que interponerse a la propia trama, capaz de soportar todo el peso sin necesidad alguna de ayuda.
127 horas es una historia verdadera, cruda, fuerte, directa. Boyle no la muestra así. La dichosa cámara lenta, la música ñoña de Dido, los infinitos delirios y otros trucos baratos (pero muy caros) le quitan realismo al filme, y evitan con ello que en vez de una gran obra estemos sin más ante una peli entretenida que, digámoslo, nos hace añorar las odiosas paradas de metro a reventar y el acogedor ruido infernal de los atascos de coches. Si consiguen eso de mi padre... será sin duda su mayor logro!.

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